AINIA, la Nasa de la alimentación y mucho más

Mientras otros países se dedicaban a la conquista del espacio, un grupo de empresarios valencianos recogieron la semilla depositada por el IMPIVA a finales de la década de los 80, y apostaron por descubrir nuevos mundos y oportunidades para el sector agroalimentario.

AINIA nacía en 1987 como Asociación para la Investigación de la Industria Agroalimentaria, por aquel entonces ubicada en un pequeño despacho de las oficinas del IMPIVA, en la plaza del Ayuntamiento, luego se trasladaría a la Universidad Politécnica, para finalmente establecerse en 1989 en su actual sede del Parque Tecnológico en Paterna, contando ya con un centenar de empresas asociadas, una cifra nada despreciable en aquellos tiempos, si tenemos en cuenta que para la mayor parte del sector agroalimentario la tecnología ni era una prioridad, ni mucho menos objeto de inversión.

Sebastián Subirats, el rostro más visible de AINIA durante las tres últimas décadas no fue quien la fundó – Pedro Fitó fue el primer director general, y Juan Antonio Mompó su primer presidente, sin embargo a Subirats se le considera el gran transformador no solo de AINIA, si no también una persona clave en la configuración del sistema valenciano de innovación. Puede que algunos de ustedes conozcan AINIA por estar vinculados al sector agroalimentario y a los institutos tecnológicos, o porque quizás sean alguno de los 38.000 consumidores activos que colaboran en los paneles de cata, desgraciadamente la inmensa mayoría de la sociedad valenciana no sabe qué es AINIA, ni el importante papel que desempeña este emporio de ciencia y tecnología aplicada en el mundo empresarial.

Fuente: diario la vanguardia (Paco Alonso)

En 20 de los 30 años de vida del centro he mantenido una intensa relación profesional por las noticias que se han generado en su seno: – En su día me tocó explicar a la audiencia de la televisión pública, qué era eso de la trazabilidad y seguridad alimentaria cuando nadie sabía lo que era; o hablar de ecodiseño en los primeros envases respetuosos con el medio ambiente; el embutido sin grasa; la tecnología extractiva de fluidos supercríticos, algo que era capaz de acabar con el TCA en el corcho del vino… bueno, esa es tan sólo una pequeña parte de lo que se puede hacer en ALTEX, una extensión de AINIA, que ahora ha ampliado horizontes hacia el sector farmacéutico y de la cosmética con gran éxito, porque poseen un conocimiento tecnológico propio. También he hecho reportajes sobre laboratorios que replicaban el aparato digestivo humano, el “digestor” le llaman; o me sumergí en proyectos revolucionarios para el sector agroalimentario, como fueron aquellos incipientes alimentos funcionales y la legión de productos que vinieron después. Si les soy sincero, me costó mucho asimilar el potencial biotecnológico de las algas, ya fueran como alimento o como generador de energía, pero si la espirulina y chlorella estaban en el punto de mira de los investigadores de AINIA sería por algo; he documentado productos y soluciones varios años antes de que se comercializaran; he cubierto sus congresos; los he visto trabajar liderando proyectos europeos, pero también centrados en asuntos tan cercanos como solventar el problema de la paja del arroz, porque haga lo que haga AINIA nunca perderá su profunda identidad valenciana. Evidentemente hay infinidad de cosas que no he podido conocer, como los encargos, proyectos y desarrollos de cualquiera de sus 1.500 clientes, de los cuales 750 son asociados activos, y que están amparados por las preceptivas cláusulas de confidencialidad. Trabajan con numerosas multinacionales pero su razón de ser está en las PYMES, a las que desde el minuto uno han ofrecido la oportunidad de participar en proyectos de gran calado, gracias a su base tecnológica y a unos costes más que asumibles para pequeñas empresas.

¿Cuantos alimentos y formatos innovadores presentes en los lineales de la gran distribución habrán nacido en AINIA? Muchos no, muchísimos. No hay más que echar un vistazo al consejo rector y ver quienes forman parte de él: Mercadona, La Española, Grefusa, SADA, Consum, Tecnidex, Carmencita, Heineken España, Importaco, por citar algunas empresas.

No quisiera menospreciar la importancia de la factoría Ford de Almussafes, ni del turismo, pero el sector agroalimentario es el verdadero campo de batalla de nuestra economía, y AINIA es el Pentágono que posee las armas y estrategias empresariales para conseguir la victoria. Forma parte de la red de institutos tecnológicos, que son entidades publico-privadas del sistema de innovación español, nacidas para incrementar la competitividad de las empresas en nuestra región, y así paliar la falta de transferencia tecnológica, porque desgraciadamente, las empresas y los centros de investigación académicos no hablan el mismo idioma, los institutos tecnológicos si, porque fueron creados específicamente para dar soporte científico a las empresas.

El caso de AINIA es digno de estudio por muchas razones – en primer lugar por su capilaridad en el tejido empresarial, y porque con el paso del tiempo ha sabido generar oportunidades transversales en otros sectores. He visto a AINIA crecer y capear temporales que han destrozado o dejado groguis a una buena parte de sectores productivos con gran arraigo en la Comunidad Valenciana – construcción, textil, mueble, calzado, juguete. No hay más que echar un vistazo al directorio del Parque Tecnológico y se entiende perfectamente. Algunos institutos ya no existen, otros simplemente resisten, pero ninguno ha experimentado la metamorfosis de AINIA. Esa es la cuestión más apasionante del relato. Sebastián Subirats dice que es por haber sabido interpretar el entorno y por haber mantenido el equilibro. ¡El equilibrio! La palabra que más veces han repetido los responsables de AINIA delante de mi. Muy necesario para todo en esta vida, el equilibrio nos mantiene cuerdos, enfocados y equidistantes de las crisis.

Tres décadas son una buena excusa para hablar con claridad del éxito colectivo del sector agroalimentario valenciano, y mucha culpa es de AINIA, que desde un despacho en el IMPIVA pasó a tener 12.000 m2 de instalaciones de alta tecnificación y a desarrollar proyectos de I+D+i en 50 países.

Me considero un privilegiado por haber conocido al responsable de añadir la “i” minúscula al mantra del I+D+i — Seguramente él lo negará, pero la influencia de Sebastián al frente de ANIA, como parte de la Federación Española de Centros Tecnológicos, fue decisiva para generar una política en torno a la innovación que antes no existía. Pero ni la nave Enterprise de Star Trek, ni la Pinta, la Niña y la Santa María habrían conquistado nuevos mundos sin un líder en el puente de mando con una experimentada tripulación. Aquí el papel del CEO ha sido para Sebastián Subirats, a su lado, María José Péris, alma mater del proceso de construcción, consolidación y expansión, junto a ellos formando equipo en la alta dirección: Miguel Blasco, Javier Llusar y Juan Pablo Pérez, cada uno al frente de las áreas que conforman un complejo ecosistema de capital humano, 220 personas que han puesto toda su capacidad al servicio de la organización. Y ante los retos que plantea el futuro, una mujer, Cristina del Campo, el reemplazo sereno, capaz y unánime de Sebastián Subirats, con la misión de no solo mantener la velocidad de crucero en la nave, si no de ampliar horizontes y liderar una AINIA cada vez más global.

 

La próxima cita MeetingPack2019 “Tendencias en envases barrera sostenibles: Hacia el objetivo H2030” 29-30 de mayo.

Articulo de referencia